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La milpa maya, un sistema milenario de producción de alimentos, es hoy ejemplo a nivel mundial. Esta es la razón

Por Angela Reyes, CNN en Español

El sistema de milpa maya, con más de 3.500 años de antigüedad, es hoy ejemplo mundial en la producción de alimentos: provee a las comunidades de un sustento de calidad al tiempo que preserva la biodiversidad y mitiga el cambio climático.

Los sistemas alimentarios de las comunidades locales y pueblos indígenas, entre ellos la milpa que se practica en Yucatán, México, están destacados en un reciente informe histórico de IPBES -una plataforma mundial de referencia sobre biodiversidad y ecosistemas- como ejemplo de buena práctica de producción basada en una visión del mundo que busca el equilibro entre la naturaleza y los seres humanos.

La investigación, de la que la plataforma publicó un adelanto en diciembre, es el resultado del trabajo de 165 expertos que analizaron durante más de tres años las principales crisis ambientales, sociales y económicas que azotan al planeta, concluyendo que urge abordarlas de manera interrelacionada ya que hacerlo por separado, como sucede mayoritariamente hasta ahora, es ineficiente y puede ser hasta contraproducente.

En otras palabras, eso significa responder de manera integral a los desafíos que refieren a cinco áreas identificadas por los expertos: biodiversidad, cambio climático, agua, salud y alimentación.

El terreno de la alimentación es un ejemplo claro de esta interrelación: por un lado, el aumento en la producción de alimentos ha permitido un mayor consumo de calorías beneficioso para la salud, pero por otro se han extendido prácticas poco sostenibles que utilizan mal el agua, hacen que se pierda biodiversidad, aumentan las emisiones de gases contaminantes y disminuyen la calidad y diversidad de los alimentos. Además, sigue existiendo desnutrición e inseguridad alimentaria, y las dietas saludables resultan demasiado caras y por tanto inaccesibles para partes de la población global, en especial en países en desarrollo, analizan los expertos.

En este marco, ciertos sistemas de producción de origen indígena emergen como referencia.

Becky Chaplin-Kramer, científica principal de Biodiversidad de la organización WWF, explicó a CNN en Español que los investigadores tomaron como caso de estudio el sistema de la milpa maya en Yucatán, que “produce alimentos fomentando la identidad y la cultura, ofreciendo una nutrición completa y de calidad, y ha permitido evolucionar con la diversidad productiva de los huertos familiares”.

La milpa es un sistema agrícola de policultivo practicado originalmente por los indígenas mayas, en el sur de México y Centroamérica.

Consiste, tal como explica la ONU, en rotar dentro de una zona selvática las parcelas agrícolas, plantando cultivos múltiples y permitiendo la regeneración natural del terreno. “Como resultado, estos ‘jardines forestales comestibles’ mantienen altos niveles de biodiversidad y fertilidad del suelo al preservar un mosaico de hábitats forestales y agrícolas, nuevos y regenerados”, dice la organización. En 2023, la FAO reconoció a la milpa maya de Yucatán como sistema de patrimonio agrícola de importancia mundial.

La especie principal con la que se trabaja es el maíz, que puede ir acompañado de especies de frijoles, calabazas, tomates, chiles y más, dependiendo de la región en la que se “haga milpa”.

Tradicionalmente se asocia esta práctica con la “tríada mesoamericana” formada por el maíz, el frijol y la calabaza, designadas popularmente como “las tres hermanas”.

El informe de IPBES destaca que los sistemas de conocimiento indígena “reconocen la complementariedad entre las especies que a menudo se plantan en la milpa”.

¿Cómo? “El maíz proporciona una estructura de soporte para los frijoles trepadores, cuyo follaje reduce las pérdidas de maíz por la depredación de las aves. El nitrógeno fijado por los frijoles beneficia al maíz y la calabaza, con sus tasas de fotooxidación más altas, que crecen en el sotobosque más bajo, debajo del maíz y los frijoles”, explica.

El documento destaca, de hecho, que “pocos sistemas modernos igualan su capacidad como policultivo eficiente, proporcionando valor nutricional completo a la dieta, al mismo tiempo que se adaptan a las condiciones ambientales de las tierras pobres en nutrientes y agua de la península de Yucatán”.

A esto se suma su fuerte valor cultural. En palabras de la antropóloga social Silvia Terán: “La milpa es el corazón de la cultura maya. Es una articulación entre naturaleza, sistema agrícola y cultura; dentro de la milpa, los tres elementos están en armonía”.

La investigación de IPBES –que propone más de 70 soluciones que atacan de manera combinada las crisis ambientales, económicas y sociales que atraviesan el planeta– incluye un segundo caso de estudio: la comunidad kelabita del Borneo malasio, que ha lograo una valorización de “patrimonio alimentario regional y las prácticas sostenibles de producción y búsqueda de alimentos de larga data a través de festivales culturales”, explica Chaplin-Kramer.

“Los factores de éxito observados en estos estudios de caso incluyen el respeto a la diversidad alimentaria y los sistemas de producción locales, y acciones para apoyar los derechos de los pueblos indígenas y las comunidades locales al reconocimiento de la tenencia colectiva de la tierra”.

El reporte de IPBES también destaca cómo los conocimientos y las prácticas de comunidades locales y pueblos indígenas “pueden ayudar a conservar con éxito la biodiversidad y a gestionar de forma sostenible” los elementos interrelacionados que estudiaron: el agua, los alimentos, la salud y el cambio climático.

“Por ejemplo, en la Amazonia brasileña la deforestación se ha reducido de forma importante tras formalizar y hacer cumplir los derechos de tenencia de los territorios de los pueblos indígenas y las comunidades locales”, dice el adelanto del reporte.

Al respecto, la experta de WWF destacó que el reconocimiento de los pueblos indígenas y las comunidades locales y sus derechos contribuye a la mitigación del cambio climático. “Por ejemplo, se estima que el 30% del carbono forestal aéreo de la cuenca del Amazonas se encuentra en territorios indígenas, que han tenido más éxito que las áreas protegidas tradicionales en la conservación de estas reservas”, dijo.

Otra estadística destacada por la experta refiere a la deforestación: los territorios donde las comunidades locales e indígenas tienen plenos derechos de propiedad han registrado una disminución de la deforestación de hasta el 75%, dice citando estudios de 2020 y 2023, mientras que aquellos donde los derechos no son plenos o no están garantizados con seguridad no han llegado a esas cifras.

La investigación de IPBES señala la necesidad de afrontar de manera interrelacionada los desafíos referidos a alimentos, salud, agua, biodiversidad y cambio climático en el entendido de que “son cuestiones indivisibles, interrelacionadas e interdependientes. Como están interconectadas, cuando una falla, las demás le siguen”, según dijo Inger Andersen, directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, cuando se publicó el resumen del informe.

Al respecto, Becky Chaplin-Kramer consideró que “actualmente no hay suficiente conciencia sobre las interconexiones en los muchos desafíos globales que enfrentamos”.

“Estamos bastante lejos de donde debemos estar para abordar estos desafíos interrelacionados de manera integrada, y la mayoría de las acciones tomadas por los Gobiernos todavía se centran en silos de desarrollo rural, energía, infraestructura, planificación urbana, todos separados de las agencias o Ministerios de Conservación o Medio Ambiente”, evaluó.

¿Hay algo que podamos hacer nosotros? Definitivamente sí, dice la experta. Hablar.

“Cada vez hay más conciencia sobre el cambio climático: ahora necesitamos ayudar a conectar los puntos sobre cómo la pérdida de biodiversidad agrava los crecientes riesgos que enfrentamos debido al clima […] y viceversa”, explica.

Y también exigir. “Exige mejor, como votante y como consumidor. Desperdicia menos, compra menos. Hay muchos cambios que podemos hacer en nuestras vidas individuales para vivir más en armonía con la naturaleza, pero si no difundimos ese mensaje y presionamos continuamente a quienes están en el poder para que faciliten a otros tomar esas mismas decisiones, casi no tendremos un impacto”.

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