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OPINIÓN | Irán: ¿La revolución de los hiyabs?

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Nota del editor: Jorge Dávila Miguel es licenciado en Periodismo desde 1973 y ha mantenido una carrera continua en su profesión hasta la fecha. Tiene posgrados en Ciencias de la Información Social y Medios de Comunicación Social, así como estudios posuniversitarios en Relaciones Internacionales, Economía Política e Historia Latinoamericana. Dávila Miguel es columnista de El Nuevo Herald en la cadena McClatchy, y analista político y columnista en CNN en Español. Los comentarios expresados en esta columna pertenecen exclusivamente al autor. Mira más en cnne.com/opinion

(CNN Español) — En el extenso y antiguo Irán se ha desatado una tormenta. Cuando un país se rige por una religión, reinan no la democracia –por mucho que digan que es la voluntad de Dios– sino los fanatismos y excesos que la visión de Dios despierta equívocamente en los hombres, limitados y cautivos en sus humanas interpretaciones.

Así ha sido, y las sangrientas guerras religiosas han poblado la historia y la geografía de la humanidad. En Europa, en China, en la India, en América. Pero disimuladas en esa misma historia que en la distancia del tiempo solo recuerda las mayores carnicerías, están los abusos del fanatismo, del poder y de la “santa intolerancia” de la religión.

Todos conocemos hoy su nombre: Mahsa Amini, joven kurda de 22 años, que murió tras ser arrestada por la policía de la moral de Irán porque no llevaba bien puesto su hiyab. Es un velo que cubre la cabeza, pero no el rostro y es estrictamente obligatorio en Irán desde que el ayatola Ruhola Jomeini subió al poder e instituyó la férrea teocracia desde 1979.

Todos alaban al profeta, todos repiten las palabras de Mahoma, pero no hay prueba de que haya incluido en el sagrado libro del Corán semejante sura de llevar el hiyab en la cabeza –que ahora le cuesta la vida a un ser humano–. Abu Hurairah, apegado seguidor y fiel compañero de Mahoma, por el contrario, incluye este hadiz del Misericordioso: “En realidad, la religión es fácil. Nadie se abruma con la religión, pero será abrumado por ella. Sean moderados en su religión. Si no pueden alcanzar la perfección, traten de acercarse a ella y reciban la buena nueva de que serán recompensados”.

La respuesta en el país persa por la muerte de Mahsa Amin ha sido contundente. Podemos verlo: mujeres que se arrancan el pañuelo, se cortan el pelo y protestan en las calles. Las protestas, dice la prensa, inspiradas al parecer en la guerra de guerrillas, aparecen en un punto de la ciudad, permanecen poco tiempo allí, y se retiran rápidamente para evitar a la temible policía iraní. En dichas protestas se agrupan no solo mujeres sino también hombres.

¿Qué significará esto para el poder autocrático de la República Islámica de Irán? ¿Podrá ser derrotado por una creciente protesta popular, que sea capaz de vencer el enorme poder represivo del Gobierno? Lamentablemente no. Aunque extendida la indignación a lo largo de la geografía iraní, incluso en Teherán, donde estudiantes universitarios de ambos sexos, y muy posiblemente pertenecientes a diversos grupos étnicos, han integrado las protestas, estas se mezclan con los reclamos políticos de una etnia, la kurda, cuyas reivindicaciones de independencia resuenan en tres países limítrofes al norte de Irán: Turquía, Siria e Iraq. Son entre ocho y diez millones de kurdos en Irán, y encima suníes, archirrivales religiosos del poder chiita que gobierna un país con un poco más de 85 millones de habitantes.

La muerte de Mahsa Amini sucedió hace 14 días, y, según Reuters, los ataques de las fuerzas iraníes en el Kurdistán iraquí comenzaron el 24 de septiembre, donde también se asienta esta etnia. La Guardia Revolucionaria de Irán aseguró este lunes nuevos ataques con artillería y drones contra dicho objetivo. Dentro de Irán, la cifra de muertos por el régimen en represión por las manifestaciones populares varía por la difícil tarea en Irán de comprobar el dato. Varias agencias semioficiales de Irán han reportado al menos 17 muertos y según Iran Human Rights, una ONG de Noruega, al menos 50 personas han perdido la vida. CNN no ha podido verificar independientemente estas cifras.

Los kurdos aspiran a la unidad nacional de las regiones donde su etnia ha vivido durante más de 3.500 años. Sin embargo, la tarea no es difícil sino imposible. La repartición del Medio Oriente, decidida por franceses e ingleses al término de la Primera Guerra Mundial, a pesar de sus serias promesas, no resultó favorable a dicha nación, hoy solo virtual. Tampoco a otras. En aquella parte del mundo, de antiquísima memoria, nacía, después del horror de la guerra y el desplome del Imperio otomano, el deseo de los pueblos, a la autodeterminación nacional. El presidente de EE.UU., Woodrow Wilson, propuso entonces el célebre Plan de 14 puntos, para ayudar a la autodeterminación de dichos países asiáticos. Pero no recibió el apoyo británico y francés, y con el secreto Acuerdo Sykes-Picot, que benefició enormemente, con mucho petróleo y oro a Londres y a París, se fundaron las bases del enorme conflicto social y étnico que estremece hasta hoy a las tierras de Las mil y una noches y de Aladino.

A Mahsa Amini, como a tantas mujeres, que viven sojuzgadas por la intolerancia religiosa en lo que fue la antigua Persia sufren de discriminación, abusos y muerte, les toca solamente la parte más sombría del cuento de hadas. Y eso pasa en todo el mundo, todos los días.

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