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Sillas vacías, regalos esquivos y abrazos postergados, la otra cara de la Navidad en Venezuela

CNN en Español

“Mamá, ¿habrá una guerra en Venezuela?”, fue la pregunta de su hijo Samuel que sorprendió a Vanessa, una noche mientras miraba en su teléfono las noticias, en la cocina de su casa, muy cerca de su árbol de Navidad.

Esta profesional, que vive en una zona de clase media en el este de Caracas y prefirió no identificarse por temor a represalias por parte del gobierno, cuenta que la pregunta irrumpió de golpe y vino seguida por el relato del niño sobre uno de sus amigos del colegio, que le había pedido a San Nicolás que su padre, detenido por razones políticas, saliera en libertad. Samuel, de ocho años, dijo entonces: “Voy a pedirle al niño Jesús vivir en un país con libertad”.

Ésta no es una Navidad cualquiera en Venezuela. Las luces y los adornos brillan en calles, edificios y plazas de las principales ciudades del país desde octubre cuando, como ya hizo en otros años, el presidente Nicolás Maduro adelantó la Navidad por decreto argumentando que así se extiende el disfrute de los venezolanos.

Estas fiestas, sin embargo, no escapan a las crecientes tensiones entre el gobierno de Maduro en Venezuela y el de Donald Trump en Estados Unidos, que golpean el ánimo de los venezolanos, atravesados además por la crisis económica que amenaza con profundizarse por el bloqueo estadounidense a los barcos petroleros sancionados.

Tras más de cuatro meses de despliegue naval y aéreo estadounidense y en medio de declaraciones en tono bélico entre Caracas y Washington, el desánimo se acrecentó con la suspensión de vuelos internacionales desde y hacia Venezuela. Solo dos aerolíneas de las 12 empresas que volaban hacia o desde el país hasta principios de noviembre mantienen la conexión de Venezuela con otras naciones y cientos de venezolanos tuvieron que cambiar de planes para viajar o directamente los cancelaron.

La tensión que envuelve a esta Navidad se percibe en varios puntos de Caracas. Norbelys Castillo, del barrio La Dolorita, en Petare, es peluquera y madre de Fran, de seis años, que participó con entusiasmo, junto a docenas de niños, en una entrega de juguetes organizada por un grupo de periodistas bajo el nombre “Un juguete, una buena noticia”. Todos se fueron a casa con un regalo, una experiencia feliz y una sonrisa.

Castillo confiesa que ha hecho un esfuerzo enorme para que su hijo no se dé cuenta de lo que pasa en el país y de las tensiones con Estados Unidos. Busca evitar que Fran sienta miedo cuando el presidente de Estados Unidos dice que no descarta una guerra con Venezuela o cuando el mandatario venezolano dice que quiere la paz pero que está listo para defenderse en caso de un ataque.

Guerra y ataque son dos de las palabras que Castillo no quiere que su hijo escuche y se enfoca en mantenerlo alejado de esas informaciones para que no se asuste.

“No pregunta porque esas cosas uno trata de no mostrárselas a él para que esté tranquilo”, dice Castillo.

El reto no se le hace sencillo a esta peluquera en una coyuntura económica en la que oficios como el suyo se ven golpeados. Ante los ajustados presupuestos, lo primero que las personas descartan es todo lo que no sea una necesidad básica como comida y servicios. Gastos como arreglarse el cabello pasan a ser un lujo, según explica Castillo, que cuenta que no le abunda el trabajo y que se le dificulta cumplir con todo lo que su hijo requiere, incluidas las tradiciones de Navidad.

En la mesa de Navidad de Lourdes del Carmen Román habrá una silla vacía. Tal como ocurre con muchas familias que contaban los días para abrazar a quienes dejaron Venezuela, Román fue sorprendida por la noticia más dura. La cuenta regresiva que llevaba día tras día para el abrazo de su hijo, que desde hace una década vive en Panamá, se vio interrumpida súbitamente.

“El hecho de que el hijo te llame y te diga ‘Tengo boletos para tal fecha’ y de repente te diga ‘Mami, me cancelaron los boletos’”, cuenta Román, aún afectada por ese momento “devastador”. Ella vive en Barquisimeto, estado Lara, pero decidió viajar a Caracas para pasar la Navidad con su otra hija para dejar atrás la tristeza.

La suspensión de los vuelos de aerolíneas internacionales luego del 21 de noviembre de 2025 tomó por sorpresa a familias enteras, como la de esta madre que esperaba con ansias el regreso de su hijo.

Ese día, la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos (FAA) emitió una alerta de seguridad sobre riesgos potenciales en el espacio aéreo venezolano, debido a interferencias y mayor actividad militar. La advertencia precipitó la cancelación masiva de rutas por parte de aerolíneas como Iberia, TAP, Turkish Airlines y Copa Airlines.

El anhelado abrazo de Román con su hijo se convirtió en un nudo de incertidumbre, mientras el joven seguía buscando alternativas desesperadas para viajar en plena crisis aérea. Algunas aerolíneas nacionales cubren rutas internacionales y se convirtieron en una ventana de posibilidad, aunque entre costos disparados.

“Una tristeza. Yo le había comprado a mi nieta unos regalitos y se los tenía y de pronto… es una desilusión muy grande. Y uno dice: ‘Bueno, hasta cuándo vamos a estar nosotros en esto, ¿no?’. Es para ellos también, ellos están solos”, relató Román, para quien la celebración quedó en pausa.

Como dicta la tradición venezolana, hizo las hallacas, el plato navideño típico, pero reconoce que no se siente como en años anteriores. No experimenta la misma alegría.

En la mesa de los Rodríguez Méndez también hay una silla vacía, pero no por la cancelación de vuelos. Es la de Gabriel, el nieto de Luis Méndez. El abuelo cuenta que el 16 de diciembre el joven fue sentenciado a 10 años de cárcel por cargos de terrorismo, incitación al odio y cierre de vías públicas. Dijo también a CNN que aún no han podido digerir el golpe que empaña sus días y ahora también su Navidad.

En su casa ya nada luce igual. En un rincón, la prima hermana de Gabriel, Jimena Valentina o “Mena”, de nueve años, dejó una carta “al Niño Jesús”, pidiendo solo una cosa: que Gabriel vuelva a casa. “Tenerlo en casa en Navidad”, cuenta su abuelo.

“Gabriel es alegre, tranquilo, poco de andar en la calle… un muchacho sano”, repite Méndez.

Su vida dio un giro la tarde del 9 de enero de 2025 cuando motorizados de la Guardia Nacional lo detuvieron a pocos metros de un ambulatorio. La razón fue su vestimenta. “Por cómo iba vestido”, sostiene Méndez. El joven le contó que durante la detención le dijeron que “tenía pinta de guarimbero”, término que utilizaban desde el gobierno para definir a las personas que se sumaban a las protestas, muchas veces vestidas de negro.

El abuelo cuenta que, ese día, Gabriel salió vestido con una bermuda y un suéter negro rumbo a su lugar de trabajo en una panadería artesanal de Cabudare, en el estado Lara. Tenía entonces 16 años. Era un día de alta tensión porque para el 10 de enero estaba prevista la toma de posesión de Nicolás Maduro tras unos comicios controversiales que fueron cuestionados por la oposición, por el Centro Carter, el panel de expertos de las Naciones Unidas y parte de la comunidad internacional, mientras que el Consejo Nacional Electoral defendía el resultado, pero sin mostrar las actas.

Fue trasladado al retén de Barquisimeto y procesado en un tribunal donde, afirman, no le permitieron defensa privada. “Le pedían que aceptara culpa, pero él no quiso mentir”, dice su abuelo.

La noticia más dura coincidió con otra, completamente opuesta. La Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado le había otorgado una beca para estudiar Ingeniería Civil. “Cuando nos enteramos, todos lloramos”, recuerda su abuelo. “Era su sueño y, esa misma semana, le cerraron el camino”.

Según el Foro Penal, en Venezuela hay al menos 902 personas privadas de libertad por motivos políticos, entre ellas varios jóvenes detenidos durante protestas o en operativos sin orden judicial. La Fiscalía General de Venezuela no contestó a la solicitud de CNN de información sobre el caso de Gabriel.

El Ministerio Público dice que se respetan los derechos humanos y el debido proceso, aunque organizaciones como Provea y la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos han cuestionado al sistema de justicia venezolano. El gobierno de Maduro niega tener presos políticos; sin embargo, distintas organizaciones defensoras de los derechos humanos nacionales e internacionales dicen lo contrario y llevan una lista de personas que afirman fueron encarceladas por razones políticas.

Mientras tanto, en medio de la incertidumbre, las luces de Navidad brillan sobre Caracas como un recordatorio de que, incluso en tiempos oscuros, la paz se convierte en uno de los deseos más urgentes y compartidos. Una paz que algunos encuentran en la estabilidad económica y otros, en un cambio de rumbo político para el país.

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